Cada momento de la vida supone un reto y una oportunidad para la creación, maduración y realización de nuestro ser. Estudiando sus diferentes características y los síntomas que aparecen en cada fase, podremos saber si estamos siguiendo el camino que nos traerá satisfacción y autorrealización o no, y lo más importante, cómo reconocer la desviación para poder reencauzarnos hacia nuestro destino, en cualquier fase de la vida que nos encontremos.

Estos conocimientos sirven principalmente para detectar en qué momento nos encontramos nosotros mismos, pero también pueden ser de gran ayuda para terapeutas interesados en identificar la razón original de los desequilibrios de la salud de sus pacientes y como devolverlos al equilibrio que resulta de seguir el propio destino.

Los padres: transferencia intergeneracional. Hasta qué punto se transmite la historia de la vida de los padres al futuro hijo.

Concepción: la concentración de la fuerza vital. Cómo influye el estado de los padres en el momento de la concepción: estupefacientes, tratamientos hormonales, consentimiento o no, inseminación artificial…

Embarazo: cómo todas las experiencias físicas, emocionales y energéticas que vive la madre se filtran hacia el feto.

Nacimiento: el primer contacto con el mundo. Nacimiento natural, cesárea, anestesias, fórceps, vueltas de cordón, de nalgas…

Niñez (0-1 año): cuando el cuerpo se prepara para contener al ser que lo habita. Los síntomas de esta etapa desvelan la sensibilidad innata de la persona.

Primera Infancia (1-5 años): definiendo el «Yo». Los síntomas físicos están relacionados con las necesidades de expresión de la singularidad del niño, es decir, como conocerse a sí mismo como realmente es, antes de ser influenciado por el mundo que le rodea.

Segunda infancia (5 años hasta la madurez sexual): la interacción social, el juego y la imaginación forman parte de esta fase de maduración de su yo. Las enfermedades y la forma de tratarlas suponen una oportunidad para disolver las barreras heredadas en la transmisión intergeneracional.

Adolescencia o formación de la personalidad: Los síntomas, que rondan acerca de su posición o identidad social, (acné, dolores de crecimiento, crisis emocionales, inestabilidad hormonal…), muestran los puntos débiles en la formación de su singularidad.

Primera matrícula y fundación (20-35 años): mostrarse al mundo, producir un camino que es la continuidad de su singularidad. Si el fundamento de su vida (familia, carrera, ocupación) no están de acuerdo a su singularidad se desarrollarán enfermedades, que pueden ser momento de reflexión y reencauzamiento. Las dificultades pueden indicar que las etapas anteriores aún necesitan atención terapéutica.

Segunda oportunidad: La famosa crisis de los 40, o las enfermedades que salvan la vida. Esta etapa es solo necesaria para aquellos que vivieron de acuerdo a dictados externos, y es la última oportunidad antes de la fijación, o el momento en el que se dan por vencidos entregándose a una falsificación de su vida que alterará completamente la dinámica mental.

La vejez (desde 60 años a la muerte): el fruto del camino recorrido. Las enfermedades evidencian lo que se hizo y lo que no se hizo, y los síntomas indican los lugares que quedaron sin respuesta, que no fueron tratados y ahora se han quedado en el cuerpo.

El Final del Camino: Los tratamientos en esta fase deberían estar enfocados en cómo afrontar la muerte, en la aceptación y plena conciencia del proceso, entrega y plenitud por todo lo que fue y con todo lo que no fue. El sentido del ciclo de la vida.